Pensamiento Serio participativo
Entre todos podemos construir conocimiento, como Él que construye algo grande, como Él artista el inventor de un gran sueño.
El deseo es obtener éxitos en el saber, con la experiencia compartida, en la sabiduría, este ideal lo tenemos en el fondo de nuestro corazón y se puede hacer realidad con la construcción de lo que he denominado: “Sistema filosófico utópico”.
Pensamiento Serio participativo
Entre todos podemos construir conocimiento, como Él que construye algo grande, como Él artista el inventor de un gran sueño.
El deseo es obtener éxitos en el saber, con la experiencia compartida, en la sabiduría, este ideal lo tenemos en el fondo de nuestro corazón y se puede hacer realidad con la construcción de lo que he denominado: “Sistema filosófico utópico”.
Pensamiento Serio participativo
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.

Pensamiento Serio participativo

Entre todos hacemos realidad lo que he denominado: “Pensamiento Serio”.
 
ÍndiceÚltimas imágenesBuscarRegistrarseConectarse

 

  EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS

Ir abajo 
AutorMensaje
Pensamiento Serio
Admin
Pensamiento Serio


Mensajes : 101
Fecha de inscripción : 28/06/2009
Edad : 36
Localización : Bucaramanga/Santander/Colombia.

  EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS Empty
MensajeTema: EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS     EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS EmptyMiér Abr 06, 2022 5:55 am

  EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS Hqdefault

Desde la ventana de un casucho viejo
abierta en verano, cerrada en invierno
por vidrios verdosos y plomos espesos,
una salmantina de rubio cabello
y ojos que parecen pedazos de cielo,
mientas la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo,
marchan en dos filas pausados y austeros,
sin más nota alegre sobre el traje negro
que la beca roja que ciñe su cuello,
y que por la espalda casi roza el suelo.

Un seminarista, entre todos ellos,
marcha siempre erguido, con aire resuelto.
La negra sotana dibuja su cuerpo
gallardo y airoso, flexible y esbelto.
Él, solo a hurtadillas y con el recelo
de que sus miradas observen los clérigos,
desde que en la calle vislumbra a lo lejos
a la salmantina de rubio cabello
la mira muy fijo, con mirar intenso.
Y siempre que pasa le deja el recuerdo
de aquella mirada de sus ojos negros.
Monótono y tardo va pasando el tiempo
y muere el estío y el otoño luego,
y vienen las tardes plomizas de invierno.

Desde la ventana del casucho viejo
siempre sola y triste; rezando y cosiendo
una salmantina de rubio cabello
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Pero no ve a todos: ve solo a uno de ellos,
su seminarista de los ojos negros;
cada vez que pasa gallardo y esbelto,
observa la niña que pide aquel cuerpo
marciales arreos.

Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirla:  —¡Te quiero!, ¡te quiero!,
¡Yo no he de ser cura, yo no puedo serlo!
¡Si yo no soy tuyo, me muero, me muero!
A la niña entonces se le oprime el pecho,
la labor suspende y olvida los rezos,
y ya vive sólo en su pensamiento
el seminarista de los ojos negros.

En una lluviosa mañana de inverno
la niña que alegre saltaba del lecho,
oyó tristes cánticos y fúnebres rezos;
por la angosta calle pasaba un entierro.

Un seminarista sin duda era el muerto;
pues, cuatro, llevaban en hombros el féretro,
con la beca roja por cima cubierto,
y sobre la beca, el bonete negro.
Con sus voces roncas cantaban los clérigos
los seminaristas iban en silencio
siempre en dos filas hacia el cementerio
como por las tardes al ir de paseo.

La niña angustiada miraba el cortejo
los conoce a todos a fuerza de verlos...
tan sólo, tan sólo faltaba entre ellos...
el seminarista de los ojos negros.

Corriendo los años, pasó mucho tiempo...
y allá en la ventana del casucho viejo,
una pobre anciana de blancos cabellos,
con la tez rugosa y encorvado el cuerpo,
mientras la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

La labor suspende, los mira, y al verlos
sus ojos azules ya tristes y muertos
vierten silenciosas lágrimas de hielo.

Sola, vieja y triste, aún guarda el recuerdo
del seminarista de los ojos negros...

Miguel Ramos Carrión.

A Pensamiento Serio le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo
https://pensamientoserio.foroactivo.com
 
EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS
Volver arriba 
Página 1 de 1.

Permisos de este foro:No puedes responder a temas en este foro.
Pensamiento Serio participativo :: Poesía :: Nuestra Poesía.-
Cambiar a: